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.-:- El Ladrón de la Máscara Blanca -:-.

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.-:- El Ladrón de la Máscara Blanca -:-. Empty .-:- El Ladrón de la Máscara Blanca -:-.

Mensaje por [*AsHeRa*] 24/07/08, 02:16 am

1. Cruce de miradas
Aplaudían. Aplaudían y mucho. Se veía que les había
gustado la obra. Pero mi hermana pequeña, que bostezaba, y yo estábamos
sentadas en nuestros asientos, sin aplaudir, casi sin sonreír. Ese teatro
cantado... yo no le veía ninguna gracia. No eran más que personas, vestidas de
épocas antiguas, cantando canciones en un idioma que yo no entendía.
Me levanté la primera de todos
los asistentes. Mi hermana me siguió de cerca. Noté la mirada de mi marido
clavada en mi nuca mientras me alejaba hacia la puerta. Pronto, y antes de que
me perdiera entre la multitud que inundaría los pasillos en breves momentos,
siguió mis pasos.

-Marie –dijo, cuando estuvo a
mi lado, en el vestíbulo de entrada al teatro. Anna, mi hermana, me cogía de la
mano y se escondía entre los vuelos de mi falda de la mirada de mi marido.

-¿Qué pasa? –dije, dulce.
-No te ha gustado la obra.
-¿Acaso no es obvio?
Anna se apretó más contra mi.
Phillippe iba a decir algo, pero, en ese momento, la gente empezó a entrar en
el vestíbulo hablando maravillas de la obra; maravillas que yo ni siquiera
había apreciado. Mis padres se acercaron a nosotros, acompañados por un amigo
de mi padre y su mujer.

Miré a mi marido. Su actitud
había cambiado radicalmente cuando había visto aparecer a mi padre. Aunque le
quería, no podía evitar pensar que lo nuestro había sido un matrimonio de
conveniencia. Chica de nobleza baja se casa con joven de una clase social un
poco más alta clase social. Me había casado con dieciséis años y ahora, con
dieciocho, ya quería tener un hijo.

Noté como aflojaba la presión
de la mano de Anna y miré hacia abajo para descubrir que no estaba. Eché una
mirada alrededor y vi que tampoco rondaba por la sala.

-Voy a buscar a Anna.
-Marie –Phillippe volvió a
decir mi nombre, pero esta vez seguí mi camino, buscando a mi hermana.

Suponía que el teatro no sería
muy grande, pero me equivocaba. Había un piso superior, y otro más y hasta un
tercero, que llevaban a distintos palcos. Pero, a su vez, tenían habitaciones
llenas de espejos, relojes y grandes cristaleras por las que se filtraba la luz
de la luna.

Pero fue una en especial la que
me cautivó. Una estancia, pequeña, sin casi decoración, solo un lienzo en blanco
y una mesa semitapada con una tela de terciopelo rojo. Las ventanas daban a la
ciudad, a la más pura; la nocturna.

Me acerqué a un balconcillo,
pero no quise salir fuera. Seguro que hacía frío esa noche de enero. Debajo de
la ventana, los carros recogían a los asistentes a la obra para llevarles a su
casa. Desde allí se veía, tan fría e indiferente, la mansión –por llamarlo de
alguna manera- de mis padres, justo a la medida de las posibilidades de una
familia de baja nobleza.

En ese momento noté una respiración
a mis espaldas. El aliento me acariciaba la nuca, como si quisiera acercarse
pero un campo magnético se lo impidiese. Oí la madera crujir, un paso hacia mi;
el aliento se hacía más intenso y a la vez más cálido.

No me atrevía a girarme, por
miedo. Seguí mirando a la noche de la ciudad mientras sus dedos se deslizaban
por la manga de seda de mi vestido.

Poco a poco me di la vuelta. De
alguna manera, no sabía cómo ni porqué, deseaba que fuera Phillippe. Pero, aún
así, no quería verlo ni en pintura. En ese mismo instantes, si hubiera sido él,
habría salido corriendo.

Pero la suerte, o el destino,
quiso que no fuera mi marido, sino un joven, rondando su misma edad, de pelo
largo color azabache, recogido en la nuca, y ojos grises. Tenía media cara
tapada por una máscara, que sólo dejaba al descubierto sus labios carnosos, su
nariz fina y su mandíbula recta. Iba vestido ricamente, con una chaqueta y unos
pantalones hasta la rodilla, de seda roja, medias blancas y unos botines
negros.

Quedé hechizada por sus ojos,
fríos pero a la vez tiernos. Deslizó una mano hasta mi nuca y desató el
enganche de mi collar. No opuse resistencia. Me besó la mano con delicadeza y
después se fue de allí, corriendo.

¿Qué había pasado? ¿Me habían
robado y yo no había hecho nada para evitarlo? Sacudí la cabeza y me acordé
repentinamente de mi hermana. Cuando la encontré –cosa que costó casi treinta
minutos más –volvimos con mi familia.

Esa noche no pude dormir, aún
con el recuerdo del ladrón. Phillippe ni siquiera se fijó en que no llevaba el
collar que me había regalado esa misma noche.


2. Noticia
Por las calles de las ciudades ya corrían rumores y
habladurías acerca del “ladrón de la máscara blanca”, un apuesto joven, vestido
pobre o rico según la casa que visitara, y con la cara tapada con una máscara.
Pensé en el chico que me había
quitado el collar delante de mis narices unas noches atrás. Las amigas de mi
madre, que venían a casa todas las tardes, tenían distintas versiones sobre él,
versiones que coincidían algo en lo que yo había visto y vivido.

-A mi me han dicho que solo
roba por las noches –decía una, asintiendo con la cabeza.

-A mi, que solo roba a mujeres
casadas y atractivas.

-Yo creo que quiere que ellas
se fuguen de sus casas por él... Me han dicho que es muy atractivo.

En poco menos de una semana, no
había quien no supiera de la existencia del ladrón. No había un solo rincón
donde no se hablara del apuesto joven que ocultaba su rostro con una máscara.
No había jovencita que no enloqueciera cuando oía hablar de él y que no se
muriera por recibir una visita suya.

Poco a poco, y por cuentos de
viejas chismosas, supe que yo había sido la su primera víctima, su prueba para
saber si su misteriosa máscara funcionaba con las mujeres. Y había comprobado
que sí, según lo que se decía de él.

Pero, de momento, no le había
vuelto a ver. No perdía la esperanza de que algún día me volvería a cruzar con
sus ojos grises, aunque en el fondo sabía que sería difícil; si eran ciertos
los rumores, iría a visitar a otras muchas chicas antes que a mi.

No me desanimé. Aún quedaba una
posibilidad, una mínima posibilidad, de que quisiera quitarme algo de lo poco
de valor que conservaba.

Y así fue. Era una noche de
mitad de febrero. Era luna llena, igual que cuando había visto al ladrón por
primera vez. Tocarían ya las dos de la madrugada y yo no podía dormir. Volvía a
pensar en el ladrón. A mi lado, mi marido dormitaba tranquilamente, sin pensar
que yo no podía conciliar el sueño.

Me levanté, me eché por encima
una bata azul. Encendí un candil y, descalza, salí al jardín, pisando las
baldosas de frío mármol que se intercalaban con la hierba en un pequeño camino.

No era una noche fría, pues el
invierno no estaba siendo especialmente duro ese año. Me planté en medio del
jardín y observé el cielo estrellado.

Fue entonces cuando volví a
notar esa respiración sigilosa e inquietantes en mi nuca. Un estremecimiento
recorrió mi espina dorsal. Sabía que era él, pues asaltaba a todas de la misma
manera. Aun así, pregunté:

-¿Quién es?
-El ladrón
Me giré despacio y volví a
encontrarme con ese misterioso joven, oculto tras una máscara blanca. Iba
vestido con una camisa de lino blanca y unos pantalones negros, distinto a como
le vi por primera vez.

-No tengo nada de valor.
-Lo sé.
-¿Entonces?
Sus respuestas eran rápidas y
breves; no daba lugar a duda. Parecía muy seguro de si mismo al responder. En
silencio, me observó, a tan solo unos centímetros de mi. Esa mirada me ponía
nerviosa.

-Entonces, ¿por qué has venido?
-Para verte.
-¿Para verme?
-Es interesante cómo puede
cambiar una mujer cuando tiene una cita de altos vuelos o cuando su marido le
exige que esté presentable.

En ese momento fui yo la que
callé. Era extraño lo que había dicho y cómo lo había dicho, como si las
mujeres a las que robaba solo fuéramos algo de estudio, una actitud que estaba
evaluando para saber por dónde tomarnos en cada momento. Pero, por el momento,
no parecía dispuesto a decir más.

-Entonces, no has venido a
robarme nada.

-Quién sabe... No solo puedo
robar algo material...

Su respuesta me dejó de una
pieza. Si podía robar más cosas aparte de lo material, ¿qué vendría a quitarme
de las manos?

-¿Son ciertos todos esos
rumores que corren sobre ti?

-Si, aciertan en todo.
Una vez más, el silencio se
adueñó de nuestras bocas y parecía que no quisiera que habláramos más. De todas
formas, no sabía qué decir, así que era mejor quedarme callada a decir
cualquier sandez.

-¿No sabes qué decir cuando
estoy cerca? –preguntó él.

-Me pasa a menudo.
-No lo creo.
-¿Tan bien crees conocerme?
–levanté la mirada de sus labios a sus ojos-. Pues siento decepcionarte, pero
no creo que me conozcas tan bien.

-Te he observado durante mucho
tiempo, Marie. Poco previsible, ha de decir, agradable y dulce, también. No te
enfadas habitualmente, proteges a tu hermana y odias los chismorreos. Pensativa
y ordenada. Una buena chica. Phillippe debería estar orgullosos de ti.

-¿Acaso no lo está?
-Piensa que eres... rebelde. Y
no le agrada eso de ti.

-¿Cómo sabes todo eso de mi?
-Te he estado observando
durante mucho tiempo, Marie, ya te lo he dicho. Y creo que me ha cundido,
porque ahora tengo una idea aproximada de quién o qué eres en realidad.

-Me alegro de ello –dije con
ironía-, pero no te va a servir de nada, porque no pienso volver a verte.

-Eso creo que lo decido yo. Yo
soy el ladrón. Tú eres la víctima.

Se acercó un paso más hacia mi.
Creo que mi respiración o se agitó o se paró durante un momento, pues me estaba
fijando más en él que en mi misma. El ladrón pareció notarlo.

-¿Te pone nerviosa que yo haga
esto?

-Para nada...
Me alejé un paso, pero él se
volvió a acercar, poco a poco, poco a poco. Era como si estuviéramos atados por
un hilo invisible, pues cada vez que yo me movía, él lo hacía segundos después.

Acabó arrinconándome, sin que
yo me diera cuenta, contra el tronco de un árbol. Le miré a los ojos, algo
asustada por lo que fuera capaz de hacer ese ladrón.

-Marie.. –susurró, con voz
dulce pero a la vez potente-. Dulce Marie. Quizá no te has dado cuenta pero te
has enamorado.

-¿Enamorarme?
-Si... –volvió a susurrar, mientras
me observaba con esos increíbles ojos grises-. De mi.

-¿De ti? Ladronzuelo, creo que
eso ha sonado un tanto egocéntrico, cosa, por cierto, que no dice mucho a tu
favor...

Me calló de la manera más cruel
y rastrera que podía haber utilizado. Ahora estaba más cerca que nunca y, lo
peor de todo es que yo no podía escapar.

Pero, ¿acaso quería? Sus labios
eran tan dulces y quizá merecía la pena quedarse allí, pegada al árbol pero a
la vez, pegada a su cuerpo, debajo de las ramas de ese árbol que empezaba ya a
florecer, un aviso de la primavera que llegaría dentro de algo más de un mes.

Sin embargo, a pesar el estar a
gusto con ese misterioso ladrón, me acordé de Phillippe. Él era mi marido. Le
quería.

Aparté al joven de un empujón,
pero aún así, se quedó lo suficientemente cerca de mi como para que yo tuviera
que girar la cabeza y mirar hacia los rosales que estaban junto al muro del
jardín.

-¿Y? Te dije que no solo robaba
lo material.

-Eres un egocéntrico.
-Nos volveremos a ver, Marie.
Anduvo tranquilamente hacia la
separación del jardín con la calle y quitó una rosa del rosal. La olió, sonrió
y la tiró a mis pies.

-Buenas noches.
Trepó por el muro bajo mi
atenta mirada. Al cabo de pocos segundos, acabó desapareciendo por el otro
lado. Oí pasos de alguien que se alejaba corriendo, pero pronto el silencio de
la noche en la ciudad se tragó todos los sonidos que él pudiera producir en su
huída.

----------

Lo siento por la edición, es que tengo mis peleas con el foro... T_T
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.-:- El Ladrón de la Máscara Blanca -:-. Empty Re: .-:- El Ladrón de la Máscara Blanca -:-.

Mensaje por [*AsHeRa*] 24/07/08, 02:24 am

Segunda parte... ^^


-------

3. Odio
Oculté la visita del ladrón, pues si hubiera dicho
que le había visto en el jardín de mi casa, Phillippe no habría parado hasta
descubrir el botín. Y yo, al decirle que no se había llevado nada, habría dado
motivos a mi marido para que sospechase de algo raro.
Solía ir con mi madre al
mercado, acompañadas de vez en cuando por mi hermana y siempre con una criada.

-¿No te parece un hombre
interesante ese ladrón? –me preguntó mi madre, camino del mercado.

-¿Interesante? ¿Ese... ese...
prepotente y egocéntrico ladrón? Para nada me parece un hombre interesante,
madre, a no ser que su definición de esa palabra sea ser un engreído
insoportable.

-¿Cómo así ese cambio de
opinión? Hace una semana parecías hasta enamorada de él, si me apuras, y ahora
me encuentro con que le odias a muerte.

-He analizado su forma de
actuar según los rumores... –recordé lo que me había dicho sobre que yo odiaba
los chismorreos-, y he concluido que se comporta como si quisiera demostrar a
los hombres que ha conseguido conquistar a todas las mujeres de la ciudad,
mientras ellos solo han conseguido hacer con una o, a veces, incluso con
ninguna.

-¿Y eso sin haberle visto
ninguna vez?

-Claro. Pero suponiendo que los
rumores fueran ciertos, por supuesto. Si no son ciertos, mi teoría se iría al
traste.

-No te entiendo, hija.
Me daba igual que mi madre no
me entendiera. Con que yo supiera lo que decía, con que yo supiera lo que
sentía, me valía.

Pero, realmente, no sabía lo
que sentía. Mi cabeza era un lío de sentimientos, un lío de pensamientos. Todo
se contradecía. Una parte se inclinaba hacia Phillippe, por supuesto. Pero otra
parte, que había aparecido sin que yo me enterar, caía de parte del ladrón. Era
algo irracional, algo que escapaba a mi entendimiento, pero tampoco me
molestaba en comprenderlo.

¿Tendría razón el ladrón al
decirme que me había enamorado de él? No. Por supuesto que no. ¿Cómo podía haber
pasado? El odio y la repulsión que sentía hacia él eran más fuertes que el
supuesto amor que decía yo sentía por él. ¿O era sólo una tapadera para
engañarme a mí misma?

No lo sabía y tampoco sabía si
algún día descubriría la verdad.

Al parecer, Phillippe me notó
algo raro, pues yo también se lo noté a él. Estaba esquivo conmigo, al igual
que yo con él.

-¿Qué demonios te pasa? –me
preguntó una noche.

-Nada. ¿Por qué me iba a pasar
algo?

-Es como si no estuvieras donde
está tu cuerpo. Estás como ausente.

-Pienso
-¿En qué?
-En cosas, Phillippe. ¿No puedo
pensar? ¿Me lo tienes prohibido?

-No, por supuesto que no. Sólo
es que tú sueles se atenta en todo lo que haces y últimamente es como si todo
te diera igual. No prestas atención.

-Será una mala racha, Phillippe.
No te preocupes.

Soplé el candil que estaba
encima de mi mesilla de noche y me metí en la cama. Oí murmurar a Phillippe
entre dientes antes de quedarse dormido.

Durante un mes estuve pensando
en mis sentimientos. ¿Eran realmente odio por ese misterioso ladrón o eran algo
más? La incertidumbre me reconcomía por dentro, pues no sabía nada. ¿Y si de
verdad no estaba enamorada de Phillippe y simplemente me había casado con él
por obligación? ¿Y si me había enamorado del ladrón?

Cada vez que esa idea pasaba
por mi cabeza me culpaba a mi misma por pensarlo.

Pronto pasó el mes. Sin darme
cuenta llegó la Luna Llena y, con ella, la nueva visita del joven misterioso
que había conmovido a todas las mujeres de la ciudad.

Es noche tampoco podía dormir.
Quizá, inconscientemente, esperaba cada Luna Llena su visita.

Pero no bajé al jardín. Si
quería verme, tendría que subir a mi habitación y sacarme de allí a la fuerza.

Estaba en la cama, mirando al
techo, pensando en lo que últimamente me recorría la cabeza, cuando vi una
sombra cruzar por la ventana. En un primer momento me asusté, pero la razón
pudo y me di cuenta de que sería mi visitante habitual.

Me incorporé y le vi salir de
las sombras.

-Buenas noches
-¿Tu plan es venir todas las
noches de Luna Llena?

-Deberías haberlo supuesto ya,
¿no?

Asentí en silencio.
-Ven conmigo –susurró, casi
suplicante.

-Me tendrás que sacar a la
fuerza.



Se acercó a mi, decidido. Me
destapó y me cogió en brazos. Tuve que ahogar un grito para no despertar a
Phillippe, que descansaba tranquilamente a menos de un metro de nosotros.

-¿Qué se supone que haces?
-Sacarte a la fuerza, ¿o no lo
ves?

Su cara estaba muy cerca de la
mía. Me sonrió. El momento se me antojó de lo más romántico
que
había vivido: un hombre misterioso sacando en volandas a una joven de su
habitación en plena noche de Luna Llena. Pero pronto, avergonzada, dejé de
pensar en eso.

Bajamos al jardín. Yo estaba en camisón, un camisón blanco y largo que
dejaba mis hombros al descubierto. Una cinta azul se ceñía debajo de mi pecho.
Por eso, nada más salir de la mansión, cambiar de temperatura, un escalofrío
recorrió mi cuerpo.

-Ya puedes bajarme
Con delicadeza, hizo que mis pies descalzos tocaran la fría hierba del
jardín. Pero no me soltó, pues su mano derecha seguía alrededor de mi cintura.

-¿Qué te ha pasado este mes? ¿Un beso y ya me odias?
-Lo que hiciste no tiene perdón
-Solo hice lo que deseabas que hiciera.
-¿Qué yo lo deseaba?
-Tu mirada lo estaba suplicando. Vamos, no lo niegues.
-Eres un maldito egocéntrico.
Se encogió de hombros, casi como si lo que yo le hubiera dicho le
supusiera un halago.

-Qué se le va a hacer... –se me acercó cuidadosamente y algo estalló
en mi interior. ¿Eran eso ganas de besarle? ¿De que me besara? Mi
convencimiento, en un principio, podía parecer fuerte. Pero en ese momento,
todos los argumentos que en un primer momento me habían alejado de sus labios,
se desmoronaron al clavar la mirada en sus profundos ojos grises.

Fui yo la que me lancé, con avidez, casi con violencia, al encuentro
con su boca. Pero él no pareció sorprenderse. Creo que incluso le gustó que, al
fin, hubiese reconocido haber caído en su trampa. Pero era una trampa tan dulce
que me daba igual decir que había perdido contra él.


4. Escondite
Nos separamos, pero permanecimos juntos. Yo tenía
frío, así que el contacto con su piel me favorecía.
-Dime tu nombre –dije rompiendo
el silencio, silencio que hace dos meses nos incomodaba, pero que ahora, al
menos a mi, me parecía tan dulce. Al no obtener respuesta, repetí-. Dime tu
nombre, por favor.

-¿No crees que así es más
romántico?

-Pero si no sé tu nombre, no sé como llamarte.
-Jacques.
-Perfecto.
Sin dejar de mirarle a los
ojos, dirigí mi mano hacia su cabeza, hacia la cinta negra que sujetaba la
máscara. Pero él me cogió antes de que yo consiguiera llegar a mi objetivo.

-Eso si que no.
-¿Por qué?
-No estoy lo suficientemente
preparado como para que alguien conozca
mi verdadera identidad. Podrías delatarme, ¿sabes?

-¿Piensas que lo haría?
-No, peor alguien puede vernos.
Me volvió a besar para luego
marcharse por el muro, igual que la otra vez que viniera a visitarme, con una
única diferencia: ahora quería que se quedara a mi lado. Vi su figura
desaparecer, con la certeza de que, hasta dentro de un mes no volvería a ver su
cuerpo, a abrazarme a su pecho, a besar sus labios, a perderme en sus ojos.

Los treinta días pasaron
despacio. Minuto a minuto, cada vez deseaba más que llegara la Luna Llena. Pero
parecía que nunca iba a llegar. La impaciencia me podía. Y, por mi actitud,
creo que Phillippe se olía algo. Pero a mi me daba igual mientras no me
separara de Jacques.

Pero por fin llegó la tan
esperada noche. Yo ya estaba en el jardín cuando él saltó por el muro que
separaba nuestros dos distintos mundos.

Me miró; le miré. Me hizo un
gesto para que me acercara a él, yo fui encantada. Me condujo detrás de un
árbol, lugar que no se podía ver desde ninguna ventana, ningún balcón de la
casa.

-Marie... deseaba este momento
con toda mi alma –susurraba mientras su aliento salía de su boca hacia la mía,
tan cerca como estaba.

-Y yo...
Nos besamos. Fue un beso largo
y dulce, como nunca antes había tenido. Me acarició con sus dedos la mandíbula,
el cuello y la espalda. Yo me abracé a su cuerpo.

-Marie... creo que quiero que
hagas algo que nunca nadie ha hecho antes.

Su frase me cogió por sorpresa.
No sabía a lo que se refería y, mucho menos, sabía qué decir. Después de un
silencio un tanto extraño, supe qué palabras podían ser las mejores.

-¿A qué te refieres?
Sin decir una sola palabra,
cogió mis manos y las condujo detrás de su cabeza. Palpé un pequeño lazo de
raso, suave, que era el mismo que ataba la máscara para que no se cayera.

-Desátalo –dijo, aparentemente
muy seguro de si mismo.

Deshice el nudo, teniendo
cuidado en que la máscara no cayera al suelo cuando no estuviera sujeta a él.

Por fin pude ver el rostro de
mi ladrón. Si aún con la cara tapada por una máscara blanca era atractivo, sin
ella lo era mucho más. Sus ojos tenían forma de almendra y su nariz era recta.
Sus pómulos no estaban demasiado marcados y todas las facciones de su cara, aún
rectas o curvas, eran dulces. Su piel era pálida, aunque tenía más color que la
máscara.

Bajó la mirada, avergonzado.
Sonreí, pícara, pues resultaba casi cómico ver al gran ladrón que había
conquistado a tantas mujeres, azorado e intentando ocultar su rostro a la chica
de la que más había conseguido.

-¿Te da vergüenza enseñar la
cara?

Me miró a los ojos. Sin la
máscara, su mirada, en vez de misteriosa era sincera. Volví a sonreír. A la luz
de la Luna, era realmente atractivo.

Le besé. Nos abrazamos y
acabamos en el suelo el jardín, entre caricias y besos.

-¿Sabes? Nunca había compartido
mi rostro con nadie fuera de mi entorno familiar.



-Entonces, ¿quieres decir que
ya pertenezco a tu entorno familiar?

-Si no fueras una mujer casada,
te juro que te pediría matrimonio y te presentaría a mi familia. Entonces sí
que serías de mi entorno. Pero...

-Resulta que estoy felizmente
casada.

-¿Se podría discutir el punto
de “felizmente casada”?

Le miré, fulminándole con la mirada,
pero no era tan fría como la suya. Él siempre me había dicho que mis ojos eran
demasiado cálidos y dulces como para fulminar a alguien con la mirada.

-Para qué negarlo, si, se puede
discutir ese punto...

El tiempo había pasado tan
rápido que no nos habíamos dado cuenta. Me quedé detrás del árbol, observando
cómo Jacques se fugaba. Le llamé en el último momento. Casi a punto de
desaparecer por el muro, con la máscara en la mano, levantó la mirada.

Me acerqué a él y me puse de
puntillas para depositar un último beso de despedida. Me sonrió.

-Te quiero –dijo, antes de
desaparecer del todo en la oscuridad de la noche.
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Mensaje por [*AsHeRa*] 24/07/08, 02:30 am

Tercera parte... ^^

-----------------
5. Encuentro
No dejaba de preguntarme cómo demonios había pasado
eso. En apenas unos meses había pasado de tener una vida que casi no tenía
ninguna emoción a ser la amante nocturna de un misterioso ladrón del que apenas
sabía nada. Ni siquiera conocía si, en algún otro lugar tenía otra joven que le
esperaba una vez al mes...
Él presumía de conocerme muy bien... y yo no dudaba
de ello, pero no sabía casi nada de él, solo su nombre, su cara... y su
“oficio” (si es que no tenía otra ocupación remunerada durante el día)
Aún así, le seguía queriendo.
Pero no comprendía cómo él se había enamorado de mí. ¿Acaso no habría sido
casualidad que él me hubiera elegido a mí para ser su primera víctima? ¿Acaso
me habría robado la primera porque se había enamorado de mí? Lo creía
imposible, pero... ¿quién conoce el razonamiento de un ladrón si no es el
propio ladrón?

Tenía que preguntárselo. ¿Cómo,
por qué, cuándo se había enamorado de mí?

En ese momento, mi madre la
llamó para que la acompañara al mercado, como muchos otros días. Me dijo a mí
misma que me vendría bien. Salir, distraerme con los colores y olores del
mercado me haría bien, me alejaría de todos los pensamientos que mi mente se
obcecaba en no apartar.

Caminaba junto a mi madre y con
mi hermana cogida de una mano. Una empleada iba al lado de la pequeña, con una
cesta en la mano. A pesar de toda la gente que se apiñaba a nuestro alrededor,
las cuatro nunca nos perdíamos.

Y entonces pasó lo que tenía
que pasar. Mi mirada, siempre curiosa, observando cada puesto, cada tendero del
lugar, se encontró con una mirada fría, pero que, a la vez, encerraba tanta
dulzura que no se podía resistir.

Era una mirada de ojos grises,
conocida, demasiado. Me giré cuando estuvo detrás de mí y, para mi sorpresa, él
también se giró. Sonreía de aquella forma que yo conocía tan bien.

Jacques.
-Perdón, madre, pero... he
recordado... que tengo que hacer otros recados... –repliqué, sin poder apartar
de mi mente el reflejo de esa mirada.

-Tranquila, Marie, te
acompañaremos después.

-No, no quiero abusar de su
tiempo, madre. Nos veremos después.

Solté la mano de mi hermana y
tomé un rumbo completamente opuesto al de mi familia. Serpenteé entre las
gentes que se agolpaban en la calle del mercado y llegué hasta él, que me
tendía una mano.

Tiró de mi por entre la
multitud y fuimos a dar a un callejón más tranquilo, apartado del bullicio de
una mañana de mercado.

-¿Qué se supone que haces aquí?
–estaba sorprendida, no lo podía evitar.

-Hacer una vida normal... Hoy
no tengo que trabajar por la mañana, así que puedo dedicarme a hacer unas
compras para mi madre- sonrió, dulcemente, tal y como me tenía acostumbrada.

-Me tienes que aclarar ciertas
cosas respecto a ti...

-Tranquila, lo haré a su debido
momento. Ahora... acompáñame. Quiero enseñarte mi casa.

Me tomó de una mano y me guió
por el callejón, hasta el fondo, justo en la boca de otra calle más grande.
Había una puerta de madera; parecía la puerta trasera de un comercio, o algo
parecido.

Entramos por allí y dimos en
una trastienda, llena de cajas de tablones. En la habitación había una escalera
de madera, que daba a un piso superior. Jacques subió y yo le seguí, pues
tampoco sabía que más hacer en ese lugar.

Fuimos a dar a un pasillo, no
muy largo y tampoco muy ancho, pero sí con unas cuantas puertas. Él entró por
la más cercana; yo me quedé esperando en el pasillo. Me llegó el susurro de su
voz y de otra femenina.

-Aquí están sus medicinas,
madre.

-Oh, gracias, Jacques. Eres un
cielo.

-No hay de qué, madre. Yo era
el único que podía ir a por ellas.

-Si... tu padre y tus hermanos
están demasiado ocupados en el mercado...

-Descanse, madre.
Jacques salió y me llevó hasta
la puerta de enfrente. La habitación a la que llevaba no era demasiado grande y
tenía tres jergones. No parecía que la familia a la que pertenecía él fuera muy
acomodada.

-¿Qué me quieres preguntar?
Miles de preguntas estallaron
en mi cabeza, pero solo una salió por mis labios, ahora un tanto temblorosos.

-¿Por qué te enamoraste de mi?
Es decir... ¿qué fue lo que te enamoró? ¿Y cómo?

-Es una pregunta un tanto
difícil de responder... –se quedó un momento pensativo, como si no supiera
exactamente cuál era la respuesta a la pregunta que yo había formulado-. Si te
sirve lo típico de que estoy enamorado desde siempre, te lo diré. Te veía
muchos días, paseando con tu hermana o yendo al mercado con tu madre. Me
resultabas interesante, misteriosa. Especial, al fin y al cabo. Pero inalcanzable.

>> Cuando me hice ladrón
para conseguir más dinero para las medicinas de mi madre, pensé que a la que
primero podía acudir eras tú. Y la ocasión vino el día que fuiste al teatro.
Fuiste, por primera vez, un objetivo al alcance de mi mano.

>> Intentaba demostrar que te quería. De
alguna manera, podía hacerlo. Y lo conseguí. A la pregunta de que fue lo que me
enamoró de ti, responderé que todo. A la pregunta de cómo, te diré que no tengo
respuesta.
>> ¿Te sirve?
Me quedé en silencio. Ni
siquiera sabía qué responder.


6. Sospecha
Asentí con la cabeza, mirando al suelo. Me acababa
de contar toda su historia, el porqué de casi toda su vida, su razón de ser: su
madre y yo. Se arriesgaba a perder todo lo que quería y le importaba para
salvar lo único que le importaba.
-Te
hiciste ladrón...
-Para poder pagar las medicinas de mi madre, si, si
era eso lo que ibas a decir. El dinero no nos da como para pagar todo lo que
necesita para poder vivir. Mi padre y mis hermanos trabajan todo el día,
sacando todo lo que pueden en el mercado. Yo, durante el día, trabajo en lo que
puedo. Un mes con mi padre, otro mes ayudando a mi tío, otro mes para un
burgués acomodado... Y, durante la noche, robo a las mujeres para poder sacar
más dinero.
-Ya veo...
-No pensabas que robara por eso, ¿verdad?
-Pensaba que solo era una excusa para demostrar a
los hombres de la ciudad que todas las mujeres caían a tus pies. Simplemente,
pensé que sería para alimentar tu amor propio.
-Nada más lejos de mi objetivo. Robo por y para mi
madre. Y, también, por ti...
No dije nada. Parecía que el silencio nos perseguía.
Me senté en uno de los jergones y él se acomodó a mi lado. Me cogió de una
mano, acariciándome el dorso con delicadeza.
-Siento no habértelo dicho antes, pero...
-Tranquilo, lo entiendo.
-Quizá lo que siento te parece la típica historia de
hombre pobre que se enamora de mujer de clase alta a la que no puede alcanzar.
-Me parece que lo que sientes es lo más bonito del
mundo. Además, no soy de tan alta clase como parece que crees... –le miré a los
ojos y, por una vez, la sonrisa que dibujaba con sus labios también se reflejó
en su mirada. Supuse que contarme todo aquello había sido un gran paso. Supuse
que el hecho de que yo lo comprendiera era otro gran paso.
Se acercó para besarme y yo respondí gustosa. No
había nada que quisiera más que demostrarle que correspondía a sus sentimientos
tanto tiempo ocultos.
Nos separamos. Me di cuenta de que tendría que
volver a casa si no quería que nadie sospechara. Me dolía separarme de él, pero
tendría que hacerlo.
-¿Cuándo nos volveremos a ver? –pregunté.
-Cuando quieras. Solo tienes que venir aquí y
preguntar por mí a alguien de la casa. O, si no, en el puesto de alfarería del
mercado encontrarás a mi padre y a mi hermano.
Sonreí, conforme. Salí por la puerta de detrás,
dejándole recostado en el marco, observando cómo me marchaba por aquel
tranquilo callejón.
Llegué a casa poco después. Mi madre, mi hermana y
la empleada todavía no habían aparecido por allí. Pero mi marido sí estaba y,
por su semblante, parecía enfadado o disgustado.
-Marie –me dijo, cuando me vio aparecer por la
puerta de casa, sonriente-. ¿Podemos hablar?
Mi sonrisa se congeló en mis labios y solo en
cuestión de segundos desapareció. La sombra de la sospecha de lo que quería
decirme se cernió sobre mi cabeza como una nube oscura antes de una tormenta.
Me cogió de la mano y me pareció fría, no tan cálida
como la de Jacques. ¿Estaba temblando? Si, Phillippe estaba temblando,
posiblemente de rabia, impotencia... quién sabe qué. Pero, aún así, no podía
superar los espasmos de terror que llegaban a mi mente cada pocos segundos.
¿Quería decir esto que había descubierto a Jacques?
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Mensaje por [*AsHeRa*] 24/07/08, 02:34 am

Cuarta parte (tranquilos, que solo falta esto y otro capítulo más... ^^)

-------

7. Palabras
Le seguí, temerosa de lo que pudiera decirme llegado
el momento de encararme a él. Sabía que podía decirme que conocía mi relación
con Jacques. Sabía que podía decirme cualquier cosa relacionada con el famoso
ladrón. Y sabía que, si así era, me caería una buena represalia.
Una vez llegamos a mi habitación, cerró la puerta y
se puso frente a mi, mirándome a los ojos. Me sonrió, con una sonrisa forzada
nada propia de él, y temí lo peor.
-Marie... –dijo, de manera clara-. Una sospecha ha
llegado a mis oídos y a mi cabeza. Me han dicho, y tengo motivos para pensar
que es cierto, que te ves en privado y por las noches con el ladrón.
Me hice la inocente y fingí no saber nada de lo que
decía.
-¿Quieres decir que sospechas que estoy con él a tus
espaldas?
-Quiero decir que sospecho que me estás engañando
con él.
En mi interior, el terror de descubrir que Phillippe
sabía la verdad me minó el corazón y el alma. Intenté que lo que sentía por
dentro no se reflejara en mi rostro, pero fracasé.
-Tu silencio me da la razón.
-Lo sé.
-¿Me estás diciendo que te ves a escondidas con él?
-¿Y qué si lo hago?
-Sufrirás las consecuencias de haberme engañado.
-También lo sé.
Me enfrenté a su mirada llena de rabia y de odio.
Las lágrimas caían por mis ojos y no sabía si eran por la culpabilidad de haber
engañado a Phillippe o por la certeza de que había metido a Jacques en todo
esto y que, ahora, los colegas de mi marido le buscarían para darle su
merecido.
Me enjugué las lágrimas y miré hacia abajo. Lo
sentía, por los dos, porque había hecho que los dos hombres que más
significaban o habían significado para mi, sufrieran.
En ese momento tomé una decisión. No podría quedarme
con los dos y debía decidir. Por lo cual, estaba forzada a elegir entre mi
marido o el ladrón. Era una decisión rápida y quizá precipitada. Seguramente me
dolería dejar a uno de los dos atrás y no descartaba arrepentirme en un momento
futuro. Pero, ahora, lo que estaba a punto de hacer era lo mejor.
Giré en redondo y eché a correr. Bajé las escaleras
de mi casa corriendo y evité a mi padre y a mi hermana, que ya había llegado, y
que se quedaban mirando mi espalda sin saber lo que ocurría.
-¡Marie! ¡Marie, vuelve! –Phillippe iba detrás de mí
y gritaba mi nombre, pero me daba igual.
Me dirigí hacia la casa de Jacques. Atravesé el
mercado tan rápido como pude, corriendo por entre la gente que aún quedaba
alrededor de los puestos. Sabía que mi marido me seguía y que, seguramente,
había cogido a varios de sus colegas para ir a la captura de Jacques, así que
me afané en ir lo más rápido que mis piernas me permitían.
Fui hacia la puerta que sabía llevaba a la casa de Jacques.
La abrí sin temer en si me acusaban de allanamiento de morada y subí por las
resbaladizas escaleras. Llamé a la habitación de Jacques y enseguida él salió a
mi encuentro.
-¡Marie! –exclamó, sorprendido-. ¿Qué haces aquí?
-Tenemos un problema.
Me dejó pasar y cerró la puerta tras de sí. Me guió
hacia la cama y nos sentamos juntos. Le expliqué todo lo que había pasado
mientras intentaba tranquilizarme y él me acariciaba la cabeza y la espalda con
ternura.
Cuando terminé mi relato, se quedó mirándome a los
ojos, de los que ahora caían lágrimas. Las secó con un dedo y sonrió.
-Te he elegido a ti, Jacques.
-Lo sé. Y te prometo que no te arrepentirás –me
estrechó entre sus reconfortantes brazos-. Lo primero que haremos será salir de
esta.
Escuchamos unos golpes en la puerta trasera. Le miré
con terror y afiné el oído para poder reconocer los siguientes ruidos como una
amenaza. Tiraron la puerta abajo y subieron por las escaleras. Me aferré al
cuerpo de Jacques sin atreverme a mirar a la puerta.
Consiguieron averiguar en qué habitación estábamos y
Phillippe y sus colegas entraron. Eran unos seis hombres, contando a mi marido.
-Coged al ladrón y llevadle junto al alcalde.
Me apreté más contra su pecho, intentando que no se
lo llevaran, pero no pude hacer nada contra la fuerza bruta de aquellos
hombres. La cara de Jacques era el reflejo de la resignación.
Al salir al pasillo por delante de mi marido, vi que
la madre del ladrón había salido de su cuarto y miraba, desconcertada, a la
caravana que bajaba por las escaleras de su casa.
-¿A dónde te llevan, Jacques? –preguntaba.
-No se preocupe, madre. Volveré pronto.
En mi interior, recé para que su madre le creyera.
Yo, personalmente, no lo hacía.

8. Dolor
No tenía ni idea de dónde se habían llevado a
Jacques. Nos habían separado en la calle del mercado y Phillippe me llevó a
casa.
-¿Dónde le habéis llevado?
-Ya te enterarás a su debido momento
Durante unos días estuve en mi habitación, sin atreverme o sin querer enfrentarme al mundo
de fuera. Sabía, en mi fuero interno, que mi familia y el resto de la gente me
recriminaría el haberme ido con el ladrón.
Un día, sucedió algo que no preveía. Llamaron a la
puerta pero, por miedo, no bajé a abrir. Ya lo haría otra persona por mi. A los
pocos momentos, tres hombres aparecieron en el jardín delante de mi habitación.
Reconocía el pelo largo de uno de ellos.
Abrí la ventana y grité su nombre.
-¡Jacques!
Se giró a duras penas y me sonrió. Sin decirlo, solo
dibujándolo con los labios, dijo dos palabras, dos palabras que me demostraron
lo que yo era para él: “Te quiero”
Oí un pequeño ruido a mis espaldas. Me di la vuelta
y descubrí a Phillippe con el semblante serio y los brazos cruzados ante el
pecho.
-¿Qué vais a hacer con Jacques? ¿Por qué le habéis
traído aquí tú y tus amigotes?
-Observa y lo verás.
Una sonrisa malévola surgió en sus labios. Me volví
a girar hacia la ventana y vi como ataban al ladrón a un árbol, como si fuese
un mísero perro. Parecía mentira que nuestra sociedad hubiese avanzado tanto,
según decían.
-He pedido traerle aquí para que te pueda ver
sabiendo que no te puede alcanzar.
Pensé que la primera parte de la frase podía parecer
de buena intención, pero la segunda... era ya con el único fin de hacer daño.
Sin girarme para mirarle a los ojos, murmuré entre dientes.
-Eres peor que una rata.
Me dirigí hacia abajo y Phillippe tampoco se molestó
en pararme los pies. Reía por lo bajo mientras yo descendía las escaleras
agarrando la falda para no caerme. Fui directa al jardín una vez llegué al piso
inferior. Anduve hacia Jacques y sus captores.
-Exijo que liberéis a ese preso.
El ladrón estaba de rodillas y había levantado la
cabeza al oír mi voz. Cuando mi mirada se cruzó con sus ojos grises, descubrí
la tristeza más infinita que unos ojos enamorados podían contener. Me di cuenta
del error que cometí corriendo hacia su casa unos días atrás y supe el destino
que le estaba guardado a Jacques.
-No podemos. Tenemos órdenes de no soltar al reo por
nada del mundo.
-Entonces dejadme hablar con él... a solas –añadí,
sabiendo que si no decía eso, los hombres se quedarían allí.
Los guardianes se retiraron, pero me siguieron
mirando fijamente, atentos a todos y cada uno de mis movimientos. Me acerqué a
Jacques y me arrodillé enfrente de él.
-Lo siento... –susurré, de manera que solo él me
oyera.
-Tranquila... Estos grilletes no son tan malos
–sonrió de manera forzada. Lo único que consiguió con esa sonrisa es que mi
corazón se encogiera de dolor-. Al menos sé que tú estás bien.
-Estaría mejor si tú fueras libre y yo contigo.
-Sabes que eso no era posible.
-Jacques, yo...
Un nudo se apoderó de mi garganta. No podía hablar,
no era dueña de mi boca, mi garganta, mi lengua. Las lágrimas empezaron a caer
por mis mejillas, consciente del peligro en las sombras. Le abracé y él hubiera
hecho lo mismo de no ser por sus ataduras.
-Si mueres, ya sabes lo que haré, ¿verdad?
Pude notar como se tensaron sus músculos y su
mandíbula. Me besó el pelo y apoyó la barbilla en mi hombro.
-No te lo permitiré.
-Jacques, sabes que lo haré. Sabes que soy capaz de
hacer eso si no estás. Puedo hacerlo y lo haré si veo que ellos acaban con tu
vida.
-No lo hagas.
Acallé sus palabras con un fugaz beso en los labios.
Me levanté, sintiendo los pasos de los guardianes a mis espaldas. Le acaricié
la mejilla y él se acercó a mis dedos como queriendo memorizar cada roce con
ellos.
-Lo siento, pero lo haré.
No podía dejar de llorar, aunque levemente, cuando me marché del jardín,
esperando que lo que yo sospechaba no se cumpliera.
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Mensaje por [*AsHeRa*] 24/07/08, 02:40 am

9. Final
Durante unos días observaba a Jacques, arrodillado
sin remedio al fondo del jardín, encadenado a uno de los árboles que tanto
significaban para los dos. Lo miraba desde mi ventana, pues ni Phillippe ni los
guardianes del ladrón me dejaban salir al jardín.
No podía hacer nada. Y por eso me sentía impotente
e, a veces, incluso inútil. Era algo superior a mis fuerzas. Notaba como algo
me quemaba por dentro, quizá la ira, quizá la certeza de que no podía hacer
nada y cada vez se acercaba, aumentando la velocidad, el momento del final de los
dos.
Aunque cuando había avisado a Jacques de mis
intenciones estaba muy segura, ahora la determinación se había esfumado.
Temblaba nada más pensarlo y me estremecía cuando lo imaginaba.
No sería capaz. Pero si quería dejar de sentir
dolor, tenía que poder, tenía que sacar fuerzas de flaqueza.
Un día, mientras me perdía en los ojos grises de mi
ladrón, que me miraban desde abajo, Phillippe entró en la habitación. Ni
siquiera me giré para mirarle, pues sabía quién era; nadie más quería venir a
verme.
-Marie... Tengo algo que decirte –susurró, casi en
un suspiro inaudible. Pero gracias al silencio que invadía la habitación y los
alrededores de la casa, pude oírle fácilmente.
-Pues dímelo ahora.
-Necesito que me mires para poder decírtelo y tener
la certeza de que lo has oído con claridad.
Volví la cabeza hacia donde estaba él, pero no me
moví de mi asiento junto a la ventana.
-¿Puedes ahora?
Asintió con la cabeza, lentamente, como si estuviera
evaluando cómo decírmelo.
-Marie... El alcalde de la ciudad ha decretado ya la
pena que Jacques debe cargar sobre sus hombros –no pregunté pues mi marido me
diría cual era el castigo de todas maneras-. El alcalde ha decidido que, debido
a sus crímenes y a sus fechorías, además de incitar a la infidelidad, será
ejecutado. Respecto a ti, he movido hilos para que tu adulterio sea pasado por
alto.
Ahogué un grito y miré por la ventana. Jacques
seguía ahí, ignorando lo que dentro de poco le comunicarían.
-¿Cuándo? –dije sin volverme.
-Mañana, en el jardín.
Una fina lágrima cayó por mi mejilla. Tenía varias
razones para llorar: despedirme de Jacques, al que mañana ejecutarían y
despedirme de mi misma, pues ya había tomado la decisión que creía adecuada.
A la mañana siguiente, los verdugos aparecieron en
el jardín. Antes de que Phillippe me fuera a buscar para asistir a la ejecución
del ladrón, bajé a las cocinas y robé un cuchillo, que me serviría para
perpetuar mi plan. Sabía que con él no podría salvar a Jacques, pero, al
menos...
Llegó la hora. En el jardín estaba el alcalde, los
verdugos, Phillippe, Jacques y yo. Me situé en un lugar en que, antes de que le
mataran, poder pasar corriendo para estar a su lado.
Uno de los verdugos dio un paso adelante y el otro,
que tenía un fusil en la mano, se colocó enfrente de Jacques. El acusado se
levantó.
-Jacques Delonde, más conocido como el ladrón de la
máscara blanca, se te acusa de robo, allanamiento de morada y desobedecer las
ordenanzas divinas. ¿Lo admites? –dijo uno de los
-Si, lo admito –respondió.
-Entonces, por el poder que me ha sido otorgado, y
en nombre del alcalde de esta ciudad, procedo a tomar parte de la ejecución que
ha sido ordenada. A fecha de diecinueve de abril de 1846.
El otro verdugo levantó su mosquete y apuntó
directamente al corazón de Jacques. Su expresión no se turbó ni sus manos
temblaron. Estaba a punto de morir pero él ni se inmutaba. Sin embargo, las
lágrimas empezaron a caer por mis mejillas.
-¡No! –exclamé. Zafándome de los brazos de mi
marido, que intentaron retenerme, me abalancé hacia el ladrón.
-Marie... –me susurró, mientras, con sus manos
encadenadas, me ponía entre su pecho y las ataduras de sus muñecas-. ¿Qué
haces?
-Te dije que si decidían matarte, yo... –a mi
alrededor, los gritos del alcalde y de mi marido para que el verdugo apretara
el gatillo se hicieron cada vez más confusos. Ningún ejecutor sabía que hacer.
Sabían que estaba a punto de hacer una locura y que, si por alguna razón
intentaban detenerme, la haría de todas formas. Y, si disparaban contra
Jacques, cabía la posibilidad de que me dieran a mi.
-Lo sé, pero no quiero. No debes hacerlo, tienes
mucha vida por delante.
De los pliegues de mi falda saqué el cuchillo que
había robado y lo puse a pocos centímetros de mi pecho, en el lado del corazón.
Jacques me miró atónita.
-Abrázame
–le ordené. Tembloroso, ahora sí, se apretó contra mi, haciendo que el cuchillo
se clavara en mi corazón. Al momento, dispararon, nerviosos. Una de las balas
acertó en el cuerpo de Jacques, matándolo.

La sangre cubría el suelo del jardín. Los dos habían muerto por su amor, para
intentar vivir en paz. Pero, lo único que había conseguido relacionado con la
palabra PAZ, había sido descansar. Así, el rompecabezas del ladrón de la
máscara blanca había terminado.
Respecto a lo que pasó con la madre y el resto de la familia de Jacques, tuvieron
problemas para subsistir sin la ayuda económica que su hijo pequeño les daba.
Viajaron, buscando algún lugar donde la madre pudiera curarse de la enfermedad,
así que nada se volvió a saber de ellos.
Phillippe se volvió a casar, asegurándose de que con su nueva mujer no le pasara como con
Marie.
Todo volvió a la normalidad en la ciudad. Nada volvió a perturbar la tranquilidad de los ciudadanos, que pronto se volvieron a
sumergir en su rutina diaria, olvidando pronto a Marie y a Jacques...

----------

Lo siento por haber cuadruplicado mensaje, pero es que si no no cabía y no quería dejaros a medias con la historia, como hice con el fotolog, que lo publicaba capítulo a capítulo... ^^
Espero que os haya gustado y no se os haya hecho nada pesado...
Espero vuestras críticas!!! ^^
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Mensaje por Indy 24/07/08, 07:34 am

Primer ^^ Gracias por tu crítica en mi historia, pero no es lo que crees... Es bastante más complicado.
Respecto a tu historia, tengo unas pocas críticas... soy un poco dura, así que espero que no te molesten >_<

La idea es buena, aunque podrías haberla desarrollado un poco más. A mi (no sé al resto) me ha dado la impresión de que el amor entre Jacques y Marie ha surgido casi de la nada... Claro que eso es la opinión de cada uno, yo no suelo creer en el amor a primera vista.
La redacción, bastante buena, aunque te falta pulirla un poco (por ejemplo en ciertas expresiones que utilizan los personajes, poco propios de la Francia del s. XIX.), aunque lo único que necesitas es tiempo y entrenamiento.
Por lo demás, no sé si en Francia ajusticiaban gente por robar (Liberté, Egalité y Fraternité?) aunque no me da esa impresión. Ahí ya es trabajo de investigación y no me meto.
En conjunto, una historia ligera, de fácil lectura, que engancha pronto y termina también demasiado pronto.
Me ha gustado bastante ^^

Por cierto, soy así con las críticas porque quiero que los demás hagan lo mismo conmigo :3
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Mensaje por Ayshel57 25/07/08, 06:27 am

Bueno, yo ya lo lei en el fotolog y dije que me gustaba ^^
Claro se acaba el capitulo y te quedabas ahi con la intriga hasta que volviera a actualizar xDD
El final...pues bueno, esta bien, pero a mi no me gusta porque es muy triste... Sad
Me hubiera gustado que acabaran juntos, pero claro eso es una opinion personal... Hay muchas de las grandes historias que tienen un final tragico.
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Mensaje por [*AsHeRa*] 28/07/08, 09:08 pm

Gracias por las críticas, chicas, aunque Cris, la tuya ya la sabía ^^

Indy, no me importa que seas dura. Es más, prefiero una crítica dura y sincera a una suave pero que no dice todo lo que tiene que decir.

No eres la primera que dice que el amor entre Jacques y Marie nace de la nada, pero lo he enfocado como amor a primera vista. Pero bueno, qué se le va a hacer ^^. Lo de las expresiones... no sé, siempre me ha costado un poco más. Creo que a todos, quien más y quien menos, nos cuesta un poco al no ser una época en la que vivimos. Respecto a ajusticiar a la gente por robar yo tampoco sé a ciencia cierta si es así o no es así, pero ya sabes que ese tipo de cosas se tienden a ocultar en la historia. Yo me he basado en lo que me enseñaron en clase.

De todas formas, gracias por opinar y, sobre todo, por leerte la historia. ^^
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Mensaje por Arya57 17/08/08, 01:25 am

Me dijiste que me lo leyera y leido está *o*! Me ha encantado, aunque yo no sé hacer las críticas que hace Indy, simplemente me ha encantado! Una bonita historia de amor Sad

Me gusta como escribes ^^
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