Historia (aun sin titulo) xDD

cmo me daba pena ver este subforo vacio despues de tanto tiempo he decido poner uno de mis proyectoss jeje

bueno, esto seria una especie de cacho de primer capitulo, o un prologo... nose, esque llevo poco con esta historia, me lleva rondando mucho tiempo por la cabeza pero lo que es empezar he empezado a escribirla hace una semana o asiii... y como no tengo casi tiempo no espereis que escriba muy a menudo, asique espero que no os guste y no os engancheis a ella

ahi va:

Profecía de Aria:

…Y un día llegará al mundo de los humanos el elegido, fruto de la luz y las tinieblas.
En su interior descansarán la fuerza del Fuego y la sabiduría de la Tierra, hasta que el Trueno anuncie el despertar de su poder.
Esa noche la Luna se manchará con lágrimas de sangre, y comenzará el largo camino que le llevará a su destino.



Prólogo:

La noche cubrió el cielo con su manto negro de oscuridad, iluminado solo por los destellos de luz de las estrellas, ya que esa noche no había luna. El silencio inundó cada rincón del pueblo, haciendo que pareciese un pueblo fantasma, totalmente deshabitado.
No se oía ningún ruido, ni un alma en las calles, todo el mundo estaba ahora en sus casas, con su familia, y nada parecía alterar la tranquilidad que acostumbraba a reinar en aquel pueblo irlandés. Todos sus habitantes pasaban una noche como otra cualquiera, ajenos a la presencia de las dos figuras que pasaban frente a sus hogares. Dos sombras escurridizas y silenciosas que se deslizaban en la penumbra con agilidad y sin hacer el más mínimo ruido, tal vez por su asombrosa capacidad de discreción, adquirida tras largas sesiones de entrenamiento y autocontrol, o tal vez por el conjuro que minutos antes habían lanzado sobre sí mismos, haciendo que pasasen inadvertidos, a los ojos de cualquier humano. Así, Yuro y Renji cruzaron las calles, silenciosos como felinos al acecho.
Yuro marchaba delante, con el porte elegante que le caracterizaba al andar, como si estuviese levitando en el suelo, más que caminando. Llevaba el rostro cubierto por la capucha de su capa, y los mechones de su largo pelo negro como ala de cuervo le escapaban y ondeaban con el aire. Sus ojos castaños, casi negros, miraban al frente con determinación, inexpresivos, como si su rostro perteneciese al de una estatua, como si fuese una máscara que ocultaba su verdadera identidad.
A su lado, un poco más atrás, Renji era todo lo contrario a su hermano Yuro: se había retirado la capucha de su capa para que el aire fresco le acariciase el pelo, corto y rojo como la sangre, con una mecha blanca que cruzaba su frente. Sus ojos eran de un color algo más claros que los de Yuro, y su rostro estaba marcado por una cicatriz que le cruzaba la mejilla derecha. Al contrario que su hermano, Renji mostraba una sonrisa de suficiencia y superioridad, creyéndose el rey de todos aquellos ilusos humanos, inconscientes de su presencia.
Se detuvo en medio de una carretera y le hizo señas a Yuro para que parase también.
-Oye, Yuri… a este paso no llegamos nunca, y nos están esperando.
-No vuelvas a llamarme “Yuri”- contestó él con voz fría y cortante como un puñal de hielo- y ya sabes que el jefe dijo que nada de magia, solo lo necesario, no queremos que los Guardianes nos descubran.
-¿Quién ha dicho que nos vayan a descubrir? Ya hemos hecho magia y nadie ha venido a nuestro encuentro. Además, los Guardianes estarán seguramente en el bosque, aquí su percepción es más débil debido a las actividades humanas, que impiden el desarrollo de la Diosa Aria. Por lo menos vamos a atajar hasta que lleguemos al bosque.

Yuro se lo pensó un instante, echando una ojeada alrededor y aguzando su propia percepción, en busca de algún Guardián o de algún otro hijo de Aria. Tras unos segundos asintió con la cabeza en señal de aprobación.
-Sólo hasta que salgamos del pueblo, hermanito, y no hagas tonterías. Utiliza la magia necesaria y nada más.
Renji asintió enérgicamente y ambos se prepararon para realizar un nuevo conjuro, bastaría con uno de levitación no muy potente. Acto seguido sus manos se movieron en el aire a la vez que recitaban unas palabras en lenguaje desconocido, ambos al unísono. Momentos después los dos hermanos saltaban por los tejados de las casas, casi volando, ligeros como hojas arrastradas por el viento, hasta llegar a las afueras, cerca del bosque, donde se erguía una vieja mansión en teoría abandonada, el lugar de reunión al que debían asistir. Descendieron y caminaron hasta la casa, cercada por una vieja valla. Sintieron desde fuera el escudo protector que recubría la parcela, para evitar que los Guardianes detectasen el poder del resto de los Keigard que se reunían allí aquella noche sin luna.
Sin mediar palabra, Yuro se acercó a la puerta de la cerca, levantó la mano y habló de nuevo en aquella extraña lengua, pronunciando lo que seguramente sería el santo y seña que abría el escudo y les dejaba pasar. Atravesaron el jardín en silencio, hasta llegar al viejo porche de madera corroída por el paso de los años. Yuro llamó a la puerta con los nudillos, a pesar de que no hacía falta, pues los demás se habían percatado de su presencia al atravesar el escudo. De todas formas él lo hacía por mera educación, ya que para Yuro las cuatro cosas más importantes que todo individuo debía aprender eran discreción, persuasión, compostura y educación. Discreción a la hora de actuar, para no dejar ningún indicio de su paso; persuasión a la hora de tratar con los demás, ya que uno debía contar con el mayor número de aliados posible; compostura y educación a la hora de hablar con los demás, porque siempre se agradecía que los demás te tratasen con el mismo respeto que tú a ellos, y siempre quedaba uno mejor manteniendo la compostura que no perdiendo los estribos, como si fuese un crío consentido o un animal no civilizado.
La puerta se abrió, dejando ver el interior de la casa, apenas iluminada con unas cuantas velas improvisadas y algún que otro hechizo de luz. Les abrió una mujer de gran belleza y sensualidad, pelo negro y ojos azules y fríos que hacían estremecer a cualquiera que osara mirarlos fijamente. Se trataba de Shira, la prima de los dos hermanos, que sonrió al reconocerles, dejando ver su perfecta dentadura entre sus labios carnosos.
-Renji, Yuro- les saludó mirándoles respectivamente.
-Shira- contestó Yuro.
-¿Qué hay, prima?- dijo Renji.
-Llegáis justo a tiempo, Radek empezaba a preocuparse.
-Dudo que fuese preocupación lo que sintiese- rió Renji entre dientes- más bien sería impaciencia.
-Sentimos el retraso- se excusó Yuro lanzando una mirada mortífera a su hermano menor.
-Es igual, pasad, debemos empezar cuanto antes.
Entraron en la casa y la mujer les guió por el estrecho pasillo hasta el salón, en el cual habían puesto una gran mesa en la que se habían reunido los jefes de los clanes más influyentes y poderosos de los Keigard, los hijos renegados de Aria, la Diosa Madre. Todos ellos llevaban también prendas de color negro: trajes negros, kimonos negros… algunos también iban ataviados con túnicas o capas, dando a la estancia un toque siniestro y fantasmal, como si fuese una reunión de espíritus que habían vuelto del más allá para contar sus batallitas por el infierno.

Yuro y Renji, tras saludar brevemente a sus amistades y conocidos, se sentaron en las sillas que quedaban libres, en silencio, esperando a que el jefe, Radek, hablara. Al fin, el hombre de tez morena, ojos negros como el carbón y sonrisa siniestra que presidía la mesa, alzó la voz para dar comienzo a la reunión:
-Bien, ahora que ya estamos todos, podemos empezar. Os he reunido hoy aquí porque tenemos un tema muy importante que tratar, ya sé que es peligroso hacerlo precisamente en Irlanda, donde la presencia y los efectos de Aria son mucho más fuertes, y donde sus hijos abundan mucho más, sobre todo los Guardianes, pero no había tiempo de trasladarse a un lugar más alejado.
-¿Se trata de la profecía, no es así?- intervino uno de los presentes.
-En efecto. El eclipse de luna se acerca, y el despertar del supuesto elegido es inminente. Lo he leído en las estrellas, me lo han confirmado las runas y los augures. Ahora debemos decidir qué hacer al respecto.
-Creo que está bastante claro- objetó Shira, que se sentaba al lado de Renji- lo mejor y lo más seguro sería matarlo cuanto antes. Él está con los hijos de Aria, no podemos permitir que se una a sus filas.
-Yo creo que te equivocas, Shira- respondió Yuro con su tono suave pero imponente- según la profecía, él es “fruto de la luz y las tinieblas”, es decir, que proviene de la unión de los dos pueblos, tanto los hijos de Aria como los Keigard. Por lo tanto, nada nos asegura que vaya a estar de parte de la Diosa y no de la nuestra.
-Si mal no recuerdo, Yuro- dijo Taro, otro de los participantes perteneciente al clan Huor- él es el hijo de tu hermano Alexander, más conocido ahora por “El Traidor”. El buenazo de Alexander… un buen Keigard hasta que conoció a aquella adoradora de Aria, ésa fue su perdición. Se volvió blando, y acabó por unirse a su clan y dejarnos tirados a nosotros, su familia, su clan… ¿y todo por qué? Por ese sentimiento al que llaman “amor”.
Yuro permaneció con semblante serio y apacible, a pesar de que bajo la mesa apretaba con ira los puños, concentrándose en no dejar escapar la energía que se estaba concentrando en ellos debido a las palabras de Taro. Renji, por desgracia, era mucho más impulsivo que su hermano, y no disponía de tanto autocontrol como él. Se levantó de su asiento con su puño alzado, dispuesto a cerrarle la boca a Taro, pero por fortuna Shira le tranquilizó antes de que cometiese una estupidez y tuviera que vérselas luego con Radek. Luego ambos primos lanzaron a Taro sendas miradas de odio, que se regodeaba en su asiento, ligeramente recostado en el respaldo.
-¿Por qué no empezamos por averiguar donde se encuentra el susodicho?- intervino otro de los presentes. Todos se giraron al otro extremo de la mesa, donde se sentaba el miembro más joven de los Keigard que ocupaban la vieja mansión abandonada. Se trataba de Daeron, el hijo de Shira. A pesar de su juventud estaba ya al mando de uno de los escuadrones de Radek, pues había heredado de su clan un asombroso poder que le elevaba muy por encima del nivel de los Keigard de su edad. Sus ojos azules brillaban con el mismo resplandor que los de su madre, de quien había heredado también su pelo negro, corto y de punta.
Daeron era envidiado por todos los Keigard de su edad, a la vez que respetado, y todos los adultos le trataban como uno más, casi como un superior, debido a que algunos eran subordinados suyos. Radek había tenido desde el principio un interés especial por el chico, y cuando éste era pequeño, el jefe de los Keigard le había aceptado como pupilo y le había instruido en el arte de la lucha y la magia.

-Tenemos una ligera idea de su ubicación- respondió Radek-. Hemos estado investigando los últimos movimientos de Alexander, a pesar de que es realmente difícil encontrarle, puesto que está protegido por los hijos de Aria, y es más difícil percibir su aura. Sin embargo hemos logrado averiguar que se encontraba por aquí, cerca del sur de Europa, y en seguida nos trasladamos para seguirle la pista. Hemos tenido mucha suerte, pues recientemente nos ha llegado una señal de magia, y no de Alexander, damas y caballeros, sino del propio elegido. Al parecer, ya ha descubierto parte de sus habilidades.
Todos los presentes se quedaron boquiabiertos, incluso Yuro. Se suponía que el elegido manifestaría sus poderes el día del eclipse lunar, y nadie se esperaba que el acontecimiento se adelantase.
-Disculpe, mi señor, pero ¿Cómo ha sabido que se trataba del poder del elegido?- inquirió Renji.
-Era un poder distinto a cualquier otro que halla sentido- respondió Radek- aunque apenas se manifestó, sé que no se trataba de la magia de los Keigard, pero tampoco era del todo propio de los hijos de Aria… no podía ser otro que el elegido, sin duda.
-¿Y dónde se encuentra, mi señor?- preguntó Shira.
-Si mis cálculos son correctos, no está muy lejos de aquí. Sentí su poder cerca de la frontera entre España y Francia, tal vez esté en el sur de Francia, Toulouse o Narbonne. No estoy seguro del lugar exacto, pero con este dato tenemos más que suficiente para comenzar la búsqueda.
La noticia produjo un pequeño revuelo entre los participantes de la reunión. Todos estaban ansiosos por encontrar al elegido, unos deseaban que se aliase a los Keigard para aumentar su poder y eliminar de una vez a los hijos de Aria, mientras que otros sostenían que lo mejor era acabar con él antes de que su poder despertase del todo. Nadie parecía ponerse de acuerdo, y solo Daeron permanecía callado, con sus fríos ojos mirando a ninguna parte, pensativo, ausente.
Radek cerró los ojos y movió rápidamente los labios en un susurro ininteligible, y acto seguido un zumbido retumbó en las mentes de los presentes, haciendo que callasen y prestasen de nuevo atención a su jefe.
-Debemos organizar una patrulla de búsqueda lo antes posible. Yuro, Renji, vosotros la dirigiréis, al ser los parientes más cercanos de Alexander os será más sencillo percibir su aura. Daeron, quiero que tú también acudas, y lleva contigo a tus mejores hombres, no harán falta muchos. Si les encontramos antes del día del eclipse contaremos con el factor sorpresa, ya que no creo que sepan que el elegido ha descubierto ya de lo que es capaz, de modo que debemos darnos prisa, pues cuando sus poderes se manifiesten con mayor intensidad, los hijos de Aria no dudarán en reforzar las protecciones y las medidas de seguridad para impedir que les encontremos.
Uno a uno, todos los nombrados por Radek asintieron, conformes a sus órdenes. A Yuro no le hacía gracia tener que volver a ver a su hermano Alexander después de que éste hubiese traicionado a su clan, pero se resignó y acató las órdenes de su jefe. Por otra parte, Renji se lo tomó bastante mejor, puesto que él sí quería ver a su hermano mediano para ajustar unas cuentas con él.
-Será un placer poder ver de nuevo a Alex… hace tiempo que quiero darle un regalito que le tengo preparado desde hace unos… ¿Cuántos, Yuro? ¿Diecisiete años?- preguntó mientras en su mano se acumulaba la magia, haciendo que su puño brillase de forma siniestra.
-Casi dieciocho.
-¡Vaya! Entonces es más o menos de tu edad, Daeron, ¿no es así?
Por toda respuesta, el joven Keigard asintió levemente con la cabeza.

-Perfecto… así que iremos la familia al completo, ya puestos vente tú también, Shira, ¿no tienes ganas de ver a tu primito “El Traidor”?
-Déjalo ya, Renji- cortó Yuro.
-Mi señor, si me lo permite, me gustaría hacer primero un sondeo yo solo por los posibles lugares donde se pueda esconder la familia del elegido- dijo Daeron.
-Por mi no hay problema, ¿es por alguna razón en especial?
-No señor, simplemente me gustaría rastrear ciertas zonas antes de mandar al resto. Creo que deberíamos centrarnos en los lugares de montaña y bosque, ya que, según los informes, la mujer del señor Alexander es una Guardiana, por lo que necesita estar en el máximo contacto posible con la naturaleza.
-De acuerdo, Daeron, tienes mi permiso. Creo que deberíamos dar por finalizada esta reunión, no es conveniente exponernos demasiado. Podéis retiraros, pues, y no uséis la magia hasta que estéis lo suficientemente lejos del territorio de los Guardianes.
-Disculpe, mi señor- interrumpió Shira- pero, ¿Qué hacemos al final con el elegido, se lo traemos vivo o muerto?
-Traedlo vivo, no sé qué hacer con él todavía. Pero traedlo inconsciente, es mejor prevenirse.
-¿Y si su padre o algún otro familiar se interpone?- preguntó después Daeron.
-Eso lo dejo a vuestra libre elección, no me interesan sus vidas.
Ante esta perspectiva, todos los presentes sonrieron, en especial Renji, e incluso Daeron, que había permanecido con la misma expresión durante toda la reunión, dejó que una media sonrisa cruzase su rostro.

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la pongo a trozos para no hacer aki un megapost interminable...
pues eso, si habeis sobrevivido, ya me direis

xau!

Mola la historia *.* Y una vez mas, el nombre de Aria corre a cargo de moi xDDD Yo ahora me dispongo a colgar un relato corto... ^^

gracias!
pero lo dicho, esto va a ser leeeeeento asique paciencia

ya tengo otro cacho! yo con esto podriamos finalizar esta primera parte, introduccion, prologo... llamadlo X

ahi os vaaaa:


Esa misma noche sin luna, otra reunión se celebraba para decidir el destino del elegido. En los frondosos bosques de Andorra, frontera entre España y Francia, los espíritus del Viento y el Agua habían corrido la voz del despertar de un nuevo poder, un poder que reconocían como el de uno de los hijos de la Diosa Aria, la Diosa Madre de la vida y la naturaleza, pero a la vez habían sentido una energía distinta, una marca que sólo podía pertenecer a los Keigard, enemigos de Aria, hijos renegados ebrios de poder y cegados por la codicia. Entonces los espíritus, viejos y sabios como el Tiempo, se acordaron de la vieja profecía de Aria, en la que un elegido aparecería de la unión de ambos pueblos una noche de tormenta, con la luna roja brillando en el cielo. Se preguntaron pues si la energía que habían sentido sería la de aquel elegido, y optaron por correr la voz a los hijos de Aria, guardianes de la naturaleza, sirvientes de la Tierra y la vida que en ella residía.
El Viento proclamó la noticia por las montañas y los picos más altos de los Pirineos, mientras que el Agua la dejó correr en sus ríos y lagos. Así, la noticia llegó a oídos de los distintos clanes que moraban en la frontera, que ante la sorpresa, decidieron reunirse en el bosque lo antes posible para comprobar la veracidad de lo que los espíritus les decían y, siendo así, para tomar medidas al respecto.
De modo que, en un claro del bosque, a la luz de las estrellas, se encontraron los representantes de los tres clanes que allí residían: el clan Alcalin, uno de los clanes del Agua; el clan Yávëtil, del Viento; y el clan Tinúviel, representante de la Tierra. Aquella noche se habían reunido solo los patriarcas de cada clan, acompañados por uno o dos acompañantes de su familia. Se movían con destreza por el bosque, caminando entre el follaje con gran agilidad y movimientos suaves y elegantes, como si estuviesen bailando entre los árboles.
Las primeras en llegar fueron las tres representantes del clan Yávëtil, que haciendo gala de su elemento, llegaron volando sobre las copas de los árboles, con sus ropas vaporosas de seda ondeando en el aire, como si se tratasen de alas. Poco después aparecieron los dos Alcalin, un hombre y una mujer que venían desde el camino que conducía al lago. Saludaron a sus hermanos del Viento con una inclinación de cabeza, sin decir nada, pues esperaban a los Tinúviel, los más importantes en aquella convención. Tras unos minutos, las siluetas esbeltas de los Tinúviel se divisaron entre la espesura: era otro grupo formado por tres individuos, dos mujeres y un hombre. Corrían por el bosque sin hacer apenas ruido, en perfecta formación, como una manada de lobos que salía de caza. Salieron al claro y saludaron a los otros cinco.

Una de las tres representantes del clan Yávëtil, la más mayor de todas, tomó la palabra:
-Bien, comencemos pues con la reunión- y acto seguido empezó a recitar- Mi nombre es Lúthien, matriarca del clan Yávëtil, y las que me acompañan son mis hijas, Arista e Ireth.
-Mi nombre es Aikanaro, del clan Alcalin- continuó el hombre de pelo largo- Soy el patriarca de mi clan, y mi acompañante es mi mujer Lirien.
-Yo soy Aliyah, matriarca de los Tinúviel. Ellos son mis hermanos Liam y Ciara.
Aunque ya se conocían entre ellos, era tradición que los patriarcas de los clanes se presentasen ante el resto.
-Nos hemos reunido hoy aquí para confirmar los rumores que los espíritus han ido difamando por estas tierras. Los rumores sobre la profecía de Aria.
-Nos han llegado noticias de que el elegido ha despertado antes de tiempo- anunció Arista- los espíritus del Viento afirmaban haber sentido cerca de las montañas un poder que reconocían como el de la Diosa Madre, pero que ha la vez estaba marcado por el poder oscuro de los Keigard.
-También a nuestros oídos han llegado rumores similares- contestó Aikanaro- el río nos trajo noticias de un chico con un extraño poder. No lograron reconocerle, pero sí nos dijeron que al acercarse más distinguieron el aura de un clan de la Tierra latir débilmente en su interior.
Todas las miradas se centraron en los tres Tinúviel. Aliyah encaró cada una de ellas, y no le tembló la voz cuando habló:
-Cierto, a nosotros también nos han llegado los rumores.
-¿Y? ¿Lo habéis comprobado?- inquirió Lúthien.
-No.
-¿Aún no se lo habéis dicho?
-No es tan fácil- se defendió Aliyah.
-Pero algún día tendrá que saber la verdad- intervino Aikanaro- la noche del eclipse está próxima, no debes esperar a que lo descubra por sí solo, si lo hace se asustará y será más difícil que lo asimile.
-¿Y qué creéis, que aunque se lo digamos mañana no se va a asustar?- Liam saltó en defensa de su hermana mayor- el chico solo tiene diecisiete años, y la noticia le caerá como un bloque de piedra sobre la cabeza, no podemos soltárselo así, por las buenas.
-¿Y cómo pretendéis hacerlo? ¿Se lo diréis cuando os estén atacando los Keigard?- Ironizó Ireth.
-Estamos tomando medidas de protección muy estrictas en cuanto a los Keigard- contestó Aliyah- y no os preocupéis, se lo diremos en cuanto esté preparado.
-Ten cuidado, Aliyah, no esperes demasiado- la voz de Lúthien sonaba con su característico tono sabio-. Recuerda que el poder de los Keigard es grande, y que os pueden encontrar fácilmente si perciben vuestra aura.

-Creo que lo más importante ahora sería trasladarlos a otro lugar- intervino Ciara- aquí ya no están seguros, los espíritus no callan y pronto la noticia se extenderá por todo el país, incluso llegará a oídos de Francia.
-Pero no podemos marcharnos, apenas llevamos aquí un año, año y medio a lo sumo, ¿Qué excusa quieres que ponga esta vez, Ciara?
-No lo sé, Aliyah, pero debe importarte más la seguridad de tu familia y de quienes te rodean que la excusa que vayas a poner, eso se decidirá sobre la marcha. Al fin y al cabo, llevas diecisiete años viajando a base de excusas.
-Deberíais marcharos lejos, fuera del país- opinó Arista- nosotros tenemos familia del clan Yávëtil en Grecia, tal vez podrían acogeros.
-Tiene razón- dijo Lúthien- ellos os proporcionarán una vivienda y un trabajo para que podáis seguir una vida normal, nadie se daría cuenta.
-¿Pero no os dais cuenta de lo que decís? ¡Grecia! No podemos marcharnos a Grecia de repente.
-Debéis protegeros de los Keigard…
-¡No quiero ocultarme más de ellos!- estalló la matriarca Tinúviel- Lo que deberíamos hacer es quedarnos y luchar. Todavía queda para la noche del eclipse, puedo iniciar a Gael y…
-¿Y que luche contra los Keigard? Decías que no estaba preparado- le recordó Aikanaro.
-No lo está, pero por lo menos puedo iniciarlo, para que sepa lo que es y de dónde procede.
-¿Y de qué servirá eso?
La expresión de Aliyah se tornó todavía más seria.
- Le servirá para orientarse si yo o Alexander no estamos con él después del eclipse.
Todos los presentes se quedaron mudos con sus palabras, incluso Liam y Ciara, que se quedaron mirando a su hermana, sin comprender.
-¿A qué te refieres, hermana?- preguntó Liam.
-Pienso quedarme a luchar, estoy harta de ocultarme de los Keigard y tener que viajar y viajar por el mundo. En los últimos diecisiete años he vivido en Italia, Francia, Dinamarca, Irlanda y España. No pienso moverme de aquí. Me quedaré y lucharé contra ellos, y por eso, si después ni yo ni su padre estuviésemos aquí… quiero por lo menos haberle dado una explicación, no quiero dejarle sabiendo que le he estado mintiendo toda su vida.
-Matarán a tu hijo- dijo Arista.
-No si me ayudáis. La noche del eclipse, os llevaréis a Gael de aquí mientras distraigo a los Keigard. Llevadlo a La Frontera, ellos no pueden llegar hasta allí.
-¿Te enfrentarás a los Keigard tú sola?- preguntó Aikanaro.
-No- Liam dio un paso al frente- cuenta con sus hermanos, con su familia, su clan.
-Y con todos los que quieran ayudarnos- dijo Ciara mientras se acercaba a su hermana y le estrechaba la mano en señal de apoyo.
Hubo un silencio que pareció durar horas, en el cual los representantes de los tres clanes meditaban las palabras de los Tinúviel, que se mantenían firmes ante la propuesta de Aliyah. Los Keigard eran poderosos, astutos y hábiles en el uso de la magia, pero ellos, los hijos de Aria, los que respetaban la naturaleza y cuidaban de ella, contaban con el apoyo de los espíritus del Agua, la Tierra y el Viento. Ellos convivían con la naturaleza, algo que sus enemigos no habían aprendido a hacer, y esa era su mejor arma.
Tal vez los Keigard fuesen más poderosos, tal vez les superasen en número, pero debían intentarlo, no podían dejarse dominar.

-Puedes contar con el apoyo del clan Yávëtil, y con los espíritus del Viento- anunció Lúthien.
-También con nosotros- le secundó Aikanaro.
-Aún así, no debéis quedaros aquí- dijo Lirien, la esposa de Aikanaro, que hasta entonces no había abierto la boca-. Seguramente los Keigard ya tendrán una idea aproximada de donde os encontráis, de modo que quedaros aquí solamente serviría para empeorar las cosas, ya que tu hijo todavía no está iniciado. Propongo lo siguiente: en Galicia tenemos contacto con los Celesbeth, un clan del Agua que vive cerca de la costa. Podemos hablar con ellos para que os podáis instalar en sus dominios, así estaréis bajo su tutela y protección, por lo menos hasta que inicies a tu hijo. No está demasiado lejos, y seguramente no tardarán en seguiros la pista, pero no parece haber otra opción salvo que os marchéis a Grecia.
Aliyah meditó unos instantes las palabras de Lirien. Su proposición parecía más atrayente que la de mudarse a Grecia, pero aún así era estúpido viajar a Galicia cuando, como bien ella misma había dicho, les seguirían la pista sin dificultades y llegarían hasta ellos en cuestión de semanas.
Por otra parte, allí eran presa fácil para el enemigo, quedarse era ridículo, y solamente conseguirían facilitarles las cosas a los Keigard, y si les encontraban…
-De acuerdo, nos iremos a Galicia con el clan Celesbeth- sentenció Aliyah.
-Nosotros también iremos- se apresuró a decir Liam.
-Te lo agradezco, Liam, pero será mejor que no…
-¡No vamos a dejarte sola! ¿Pretendes que me quede aquí de brazos cruzados mientras mi hermana y mi sobrino están en peligro?
Aliyah iba a contestar, pero Ciara se le adelantó.
-Liam, si nos mudáramos con ellos a Galicia, sería muy sospechoso para Gael, y Aliyah no quiere preocuparle demasiado. Ya tiene suficiente de lo que preocuparse, ¿no crees?
-Pero de todas formas, tampoco podemos quedarnos aquí. Si los Keigard tienen esta zona vigilada, no estaremos seguros.
-Tiene razón, por eso, como matriarca y hermana mayor, os pido que os vayáis a La Frontera- dijo Aliyah con tono suave, pero que no dejaba de ser una orden-. En cuanto pueda contactaré con la gente de allí para que os vengan a buscar. De este modo estaréis totalmente a salvo, y si os necesito podréis acudir a mí enseguida.
Al final de la reunión, Aliyah llamó a los habitantes de La Frontera, solicitando que se llevasen a su mundo a sus hermanos, y poco después un individuo pálido, de ojos claros y vestido completamente de blanco hizo su aparición en el claro del bosque. Liam y Ciara se despidieron de su hermana y del resto de los clanes y desaparecieron en la noche. Después, cada uno de los clanes se fue despidiendo en silencio con una inclinación de cabeza, y uno a uno fueron abandonando el claro para regresar a sus hogares. Cuando Aikanaro ya se estaba marchando, Lirien se acercó a Aliyah y la abrazó, ya que, aunque ella había disimulado bastante bien, a Lirien no se le había escapado el detalle de las lágrimas resbalando las mejillas de la matriarca Tinúviel.
-Ellos protegerán a tu hijo, y nos mantendrán informados por si necesitáis nuestra ayuda.
-Gracias.
-Cuídate.

yap! ^^ a ver qe tal